En un lugar de la sierra madrileña, en una noche con mucha niebla iba un matrimonio en su coche. Regresaban de pasar un fin de semana en el campo y se dirigían a su casa por una carretera, poco transitada.
De pronto se les apareció una mujer en medio de la carretera con el cuello y la ropa llenos de sangre gritando para que parasen. La familia paró y el marido se bajó del coche. Entonces habló con la mujer que, muy alterada y llorando, le dijo que había tenido un accidente y que se había caído con el coche por un pequeño barranco. La mujer le rogó que la ayudara, que tenía un bebé y se ha bía quedado atrapado entre los hierros del coche, que por favor bajara y lo sacara de allí.
El hombre, como buenamente pudo se puso a bajar por el barranco. Al rato subió muy nervioso con el bebé en brazos, que afortunadamente solo tenía heridas leves, y le preguntó a su esposa dónde estaba la mujer. Esta le respondió que se había sentado en una piedra grande que había allí junto a la carretera, pero cuando miraron ya no estaba. Entonces el hombre se metió rápidamente en el coche con el bebé y le dijo a su mujer que hiciera lo mismo. Arrancó el coche y se fueron. Su mujer, muy enfadada, le preguntó que por qué se iba con el bebé, que por qué no habían buscado a la mujer. El marido le dijo que se tranquilizara y que cuando llegaran a su casa le contaría.
Cuando llegaron, la mujer le pidió explicaciones a su marido. Este le contestó que cuando bajó y cogió al bebé vio a la mujer muerta en el coche, con la cabeza prácticamente cortada debido al accidente. El espíritu de la mujer era el que le había pedido ayuda para que salvaran a su hijo.
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